Aquel hombre los que lo conocían siempre comentaban que tenía fama
de ser muy meticuloso y detallista, pero más que nada el elegía bien las escenas
y el momento adecuado para actuar.
Se sabia que le obsesionaban los relojes pulsera, mas nadie supo
que hacia con ellos, ya que su vida privada era todo un misterio para sus
colegas de reparto. Siempre se retiraba temprano del teatro donde se
desempeñaba como director y nunca se lo vio acompañado, era como que se
esfumaba entre las sombras de la noche.
Llegado el momento de actuar caminaba hacia su tarea, acariciando nerviosamente
un reloj en su bolsillo a través del cuero de sus guantes a medida que
apresuraba el paso hacia la próxima escena. Ya bien entrado el sol del
invierno, faltaban pocos instantes para las 5 de la tarde. Ahora en sus manos
sostenía unos manillares unidos entre si por un delgado y resistente cable de
acero. Delante de el una solitaria mujer caminaba en penumbras muy segura de si
misma por el sendero del parque, era la que horas antes le había servido el
café en el bar de la esquina como todos los días lo hacia. Con cada paso el
seguía acortando distancias faltando escasos metros para cruzar el pequeño y
oscuro bosquecillo, no percatándose de lo que le aguardaba. Bruscamente unos
poderosos brazos lo sujetaron, hubo un breve forcejeo donde inútilmente quiso
liberarse hasta sentir el cerrojo de las esposas sobre sus muñecas
inmovilizándolo. Recién entonces su supuesta victima se dio vuelta
enfrentándolo con una sonrisa triunfal diciéndole:
-
Ahora
eres victima de tu propia obsesión y a las 5 de la tarde no callaras más
relojes.
A la mañana siguiente fue el tema del día desde muy temprano en el
bar de la esquina del teatro, los habituales clientes la mayoría actores y
actrices no daban crédito a las noticias en primera plana del matutino. Manifestaba
que después de una ardua tarea de investigación y seguimiento la policía local
conjuntamente con la colaboración de detectives privados habían logrado finalmente
atrapar al peor asesino serial de la historia de la región, este tenia como
manía dejar sobre sus victimas solamente un reloj pulsera prolijamente limpiado
de toda huella dactilar inutilizado a las 5 de la tarde como única evidencia. Gracias
a ello se logró infiltrarse en su entorno para desenmascararlo y tenderle una
trampa con un agente que cumplía las funciones de camarera de un bar.
Al pie de la nota la foto del criminal era inconfundible...era el meticuloso
y detallista director.
Nicolas
Jackson